jueves, 13 de octubre de 2016

Ana María Vera: BOLIVIA PARA MÍ, SIEMPRE HA SIDO UNA HISTORIA DE AMOR


Ana María Vera, pianista

La pianista Ana María Vera inició sus estudios musicales a la edad de tres años, efectuó su debut profesional a los ocho y desde entonces ha recorrido el mundo, aclamada por su perspicacia musical como por su magnífica técnica y sonoridad. A los doce años fue invitada por el Presidente Carter a dar un concierto en la Casa Blanca. Poco después, la Casa Philips le concedió un Disco de Oro por su grabación con Edo de Waart y la Filarmónica de Rotterdam. El Estado Boliviano, por su admirable trayectoria y su ejemplo e inspiración para la juventud boliviana, la ha honrado emitiendo un sello postal con su imagen. 

Estudió con Ylda Novik y luego, gracias a una beca otorgada por la OEA creada especialmente para ella, con el maestro Leon Fleisher. Ana-María Vera ha tocado como solista con la Philadelphia Orchestra, Cleveland Orchestra, London Philharmonic Orchestra, la Orquesta Sinfónica de Barcelona, Australian Chamber Orchestra, Baltimore Symphony y Tokyo Symphony, colaborando con directores que incluyen a Riccardo Muti, David Zinman, Eliahu Inbal, Eduardo Mata, Ken-Ichiro Kobayashi y James Conlon. Ha dado recitales en el Festival de Berlín, Concertgebouw de Amsterdam, Wigmore Hall de Londres, Kennedy Center de Washington D.C., Tivoli en Copenhagen y la Salle Gaveau de Paris. También dedica gran parte de su tiempo a la música de cámara y ha colaborado regularmente con grandes artistas como Ivry Gitlis, Steven Isserlis y Joshua Bell en giras por Europa, el Medio Oriente, Asia y Norte-América

Descendiente Aymara por parte de su padre y Holandesa por parte de su madre, Ana-Maria Vera fundó el proyecto Bolivia Clásica en 2011, con sedes en Londres, La Paz y Washington D.C.. Incorpora un festival internacional y una academia de música dedicada a los niños y jóvenes talentos de Bolivia. 

Su último disco, Goyescas, fué publicado por Signum Classics

www.ana-mariavera.com 
www.boliviaclasica.com 


Bolivia para mí siempre, ha sido una historia de amor...

Son las 9 de la mañana, día 21 de septiembre, cuando comienza la primavera, nos comunicamos con Ana María Vera, mujer imprescindible en la historia de la música boliviana, muchos seguramente la recordamos cuando la televisión nos mostraba, en los años 70 a la niña prodigio boliviana, que interpretaba el piano como nunca habíamos presenciado. 

Sencilla, con un amor entrañable que nos demuestra en sus palabras, Ana María regala a Mito Urbano - Periodismo Cultural, una entrevista única, que seguramente se sumará a la realizada en nuestro número anterior a Gil Imaná, y otros personajes de esta magnitud por su trayectoria, que engalanarán nuestras páginas. 

M.U.: Ana María: ¿Cuéntanos de tu niñez? 

A.M.V.: Inicié en la música a los 3 años con mi madre, luego estudié con Ylda Novik una pedagoga húngara en Washington D.C., y a los doce años, con el gran maestro Leon Fleisher en el Conservatorio de Peabody en Baltimore. A partir de los ocho años estuve dando conciertos por el mundo, sola y con orquesta. Fue una niñez muy dedicada al arte y a la música, mis padres me apoyaron mucho, y tuve grandes oportunidades. Esta experiencia, de enfrentar grandes públicos desde muy chiquita, me ha aportado mucho… me ha abierto muchas puertas; sin duda, aportó en mí cierta confianza y un gran sentido de responsabilidad. Pero también me costó, en el sentido de que no tuve una niñez “normal”, no fue una situación particularmente equilibrada para mí, ni para mi familia. De hecho hay muchos niños “prodigios” que no sobreviven; las presiones, pueden ser muy dañinas. 

M.U.: ¿Qué pasó después en tu adolescencia, cómo la recuerdas? 

A.M.V.: En esa etapa de la vida uno se vuelve mucho más consciente. Comencé a darme cuenta, como todo adolescente, de muchas cosas y cada revelación provocaba más preguntas. Pasé varios años en la búsqueda de mí misma; me mudé a París a los 18 años, estaba tocando mucho por Europa, haciendo una vida muy itinerante… muy nómada. Fueron grandes experiencias, no muy usual en el sentido amplio, pero es una vida en la que uno tiene que hacer su propio camino. 

M.U.: ¿Qué recuerdas con más cariño de Bolivia? 

A.M.V.: Bolivia para mí, siempre ha sido una historia de amor. Desde mi primera visita, para conocer a mi abuelita, era fascinante, enriquecedor, profundo. Me sentía vibrar siempre, me encantaba ir, desde el primer momento, estar en Bolivia, en la esquina de la Illampu y Santa Cruz, con mi gente, mi tierra, ese sol, esos paisajes eternos. 

M.U.: Y tu vida fuera de Bolivia… ¿cómo fue? 

A.M.V.: Ahora tengo una doble vida por no decir triple, estoy muy ocupada. He sido pianista toda mi vida, pero ahora tengo una hijita. Volverse madre cambia muchas cosas, las perspectivas, las prioridades. Y está claro que enriquece, creo que soy mejor música a partir de esta experiencia. Pero combinar las cosas se vuelve más complicado, no puedes estar siempre de viaje. Luego tuve lo que llamo mi segundo bebé, “Bolivia Clásica”, el proyecto musical que llevamos adelante en La Paz. 

M.U.: ¿Qué es Bolivia Clásica? ¿Cómo nace la idea, cómo va evolucionando? ¿Qué logros tuvieron? 

A.M.V: En 2011 nos fuimos a vivir un año a Bolivia para conocer mejor el ambiente y contribuir con algo positivo al paisaje cultural, aprendiendo cada día de esta experiencia. Apuntando siempre la excelencia en un ambiente complicado; no nos dejábamos desanimar porque sabíamos que había mucho que hacer y que la joven generación merecía este esfuerzo. Nos enfocamos en la educación más que todo y ahora tenemos una escuela de música, una orquesta de cuerdas y también un Festival muy lindo; y, cada vez más proyectos para crecer y alcanzar a más niños. Ha sido una aventura tremenda, llena de obstáculos, no es fácil, pero también ha habido una gran respuesta en Bolivia y por el mundo. Tenemos un país tan rico y es algo que yo quería aprovechar a través de lo mío… o sea a través de la música clásica (…) de mis estimados colegas, de mis contactos. Decenas de mis amigos colegas han estado viniendo, quedándose muy impresionados con Bolivia y sobre todo con nuestros talentos y las ganas que tienen los niños de aprender. Siempre quieren regresar, es una experiencia muy enriquecedora para ellos. Debo mencionar que también les encanta nuestra cocina nacional, y se enamoran de los paisajes. 

Toda esta labor ha sido el conjunto con mi hermano Armando, quien ha estado más de 20 años viviendo y enseñando música en Bolivia. Soñando en algún día crear éste tipo de proyecto. Ahora existe, y tenemos la Fundación Bolivia Clásica, establecida bajo las nuevas leyes desde 2014. Desde que he regresado a Londres llevo una doble vida entre La Paz y Londres… y Armando sigue en La Paz manejando la Escuela con el apoyo de la Fundación. 

M.U.: ¿Cómo distribuyes tu tiempo, cuánto tiempo estás en Bolivia, y cuánto allá? 

A.M.V.: Recién estuve en Bolivia 5 semanas y volveré antes de fin de año, pero estoy todos los días hablando vía Skype con el equipo… con mi hermano, con los profesores, para resolver temas, siempre trabajando en el proyecto, atendiendo. Es para mí una educación y una labor constante. Esta semana estuve varios días participando en una conferencia en la Universidad de Oxford, tocando pero también haciendo charlas sobre mi vida y en particular sobre Bolivia Clásica, dando visibilidad a nuestras actividades, a nuestras realidades, y a nuestros éxitos. Fue muy bien recibido, hay mucho interés en conocer más, y, -sobretodo- en ayudar. Ahora me toca explotar éstos contactos, juntar cabezas, mejorar nuestra estructura, todo para poder seguir adelante, aprender, crecer. Todo este aspecto de mi vida sigue siendo muy nuevo para mí, nunca imaginaba dirigir una institución. 

M.U.: ¿Qué obstáculos has tenido en la Escuela, o todos han sido éxitos? 

A.M.V.: Todos decían esto es imposible, ¡va a ser un dolor de cabeza! Esa actitud negativa ha sido el primer obstáculo… ¡y, en muchos casos es uno muy grande! Yo entré con la idea de que sí es posible, que si uno tiene una actitud positiva es mucho más fácil hacer las cosas. Obviamente estaba muy consciente de los obstáculos, que los hay de todo tipo, sobre todo burocráticos, es algo tremendo. Todos los días estamos en eso, lo administrativo, los trámites, aduana, impuestos… 

También creo que existe en nuestro medio un rechazo casi automático de lo nuevo, de lo diferente, y debo decirlo, hay un cierto recelo cuando se trata de la excelencia. Como si estuviéramos amenazando con nuestra presencia y nuestras aspiraciones. Espero que con el tiempo se reconozca que cualquier elemento positivo que aportamos afecta de manera positiva a todo el ambiente, inspira en algunos casos a mejorar, a arriesgarse quizás, o a juntar esfuerzos en otros casos. Es algo que podemos constatar ahora, nos sentimos más establecidos, más tranquilos y por eso mismo más abiertos a juntar esfuerzos. Y lo estamos haciendo cada vez más; la mejor manera de crecer, es de crecer juntos... 

M.U.: ¿Cuántos niños tienen en la escuela? 

A.M.V.: En Bolivia hay mucho talento… tenemos 75 niños, cinco profesores, estamos buscando la manera de crecer, de tener más niños, pero para eso tenemos que capacitar también a profesores; obtener espacios más amplios que no nos cuesten una fortuna. Yo pasó gran parte de mi tiempo buscando donaciones y auspicios, porque este proyecto tiene su costo, y ahora andamos buscando espacios. Muchos de los alumnos vienen de familias con bajos recursos, así que la plata tiene que venir de las donaciones, y también de los conciertos que hacemos. Hemos hecho giras en Bolivia, y estamos organizando eventos para recaudar fondos a través del mundo. Es todo un desafío, cuesta muchísimo tiempo organizar todo esto. Quisiera poder dividirme por lo menos en tres. 

M.U.: ¿Y sus maestros? 

A.M.V.: Tenemos un profesor de violín llamado Alexander Lapich, un excelente violinista ruso-boliviano que estudió muchos años en Rusia: Un profesor de violín y viola que vive en El Alto, que se llama Alejandro Mena (también estudia lutherie o sea cómo reparar instrumentos, cambiar crines de arco, etc.). La chelista Andrea García es una de los pilares de Bolivia Clásica, como profesora de chelo pero también en la administración, y Armando Vera que entrena la orquesta, da clases de violín, y supervisa la Escuela. Un equipo pequeño, pero muy dedicado. Todos tenemos que hacer un poco de todo, y estamos en contacto constante gracias a las nuevas tecnologías. 

Actualmente buscamos reclutar nuevos profesores para poder alcanzar a más niños, creo que algunos de nuestros alumnos mas avanzados contribuirán a este esfuerzo (comenzarán a enseñar), pero en algún momento tendremos que lanzar una verdadera convocatoria, quizás a nivel internacional. Quisiera trabajar sobre este tema, porque la profesión de profesor es probablemente la más importante de todos. No se trata simplemente de inculcar técnicas y disciplina. Cualquier maestro tiene que ser capaz de elaborar su enseñanza a partir de experiencias personales, construyendo sobre lo vivido, pero también a partir de la historia de la música y la historia universal. Es bueno recalcar que como docentes debemos aprender del alumnado, demostrar un interés genuino por sus vidas y así minimizar la brecha que pueda existir entre profesor y alumno. En nuestro medio los profesores tienden a colocarse en un pedestal que anula la verdadera conexión con los estudiantes; romper esta barrera artificial no significa que el alumno pierda el respeto por un profesor sino que este respeto se puede construir sobre bases sanas, superando el mero temor a la autoridad impuesta. Nuestros profesores son también mentores, deben velar por el bienestar del alumno, darles una voz para expresarse. Allí es donde se fraguan los valores, a través de todo un proceso de escucha mutua. 

M.U.: Esto es producto del esfuerzo de Uds., del grupo que conforma Bolivia Clásica. De haber soñado… conscientes que los sueños se realizan y se cumplen cuando hay positivismo ¿no? 

A.M.V.: Yo creo que el esfuerzo más importante es que hay que soñar y creer que inclusive lo imposible es posible. Parte de lo que considero nuestro éxito es de haber demostrado que se pueden hacer grandes cosas en Bolivia, y con relativamente pocos recursos. La dedicación, la perseverancia y el sacrificio son claves cuando uno quiere crear algo de nada. Y un poco de locura, ¡quizás! La recaudación de fondos es algo que tomo en mano personalmente, con el gran apoyo de nuestro Vice-presidente de la fundación, Gonzalo Montenegro. Es una responsabilidad enorme que… ¡a veces no me deja ni dormir! 

M.U.: Sin duda ha tenido una gran respuesta crear Bolivia Clásica; como bolivianos te agradecemos por haber puesto los ojos en Bolivia que también es tu gran amor. 

A.M.V.: Sí seguro, va creciendo y ahora tiene más sentido todavía porque puedo ofrecer algo mucho más importante que sólo venir y dar conciertos, esto va dejar huella. No sólo en Bolivia, sino… a nivel global. El público, tanto como nuestros patrocinadores, están constatando que este es un proyecto a largo plazo, que lleva adelante sus operaciones y sus objetivos desde el 2011. Cinco años de logros, de lucha, de desafío, de aprendizaje, de sueños realizados. Es sólo el comienzo pero ya hemos demostrado que funciona, que nuestros jóvenes merecen gran apoyo, que el intercambio cultural crea puentes y abre caminos, que la educación musical y artística es esencial para el desarrollo del ser humano. Es la mejor manera de enseñar integridad, disciplina, empatía… cómo procesar emociones, cómo ser mejores seres humanos. Es un lenguaje universal que toca a cada uno de entre nosotros, un lenguaje que nos une en toda nuestra diversidad... 

M.U.: ¿Y Sopocachi…? 

A.M.V.: ¡Para mi Sopocachi es el centro del mundo! Con mi esposo John y nuestra hijita Naira estuvimos viviendo allá un año, fue nuestro centro de operaciones durante el primer año de Bolivia Clásica. Alojábamos a los maestros internacionales, dábamos clases particulares, ensayábamos con los solistas, también editamos durante meses el documental “Primeros Compases” que dirigió John sobre el proyecto. También instalamos la Escuela de Formación en la Cinemateca Boliviana, o sea que realmente estamos bien concentrados allí. Ahora como tenemos que crecer, buscamos nuevos espacios y posiblemente fuera de Sopocachi porque tampoco hay muchas opciones allí. Pero la verdad que cada vez que voy a Bolivia quiero estar en Sopocachi, allíi me siento a gusto, rodeada de la energía caótica de la ciudad donde tengo todo a mano, y la potencia de las maravillosas montañas alrededor.

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