viernes, 2 de mayo de 2014

Un Siglo al otro…


Un Siglo al otro, memorias de un hombre público; es un libro escrito por Eduardo Díez de Medina (1881-1955), y editado por Alfonso Tejerina – Librero editor, e impreso en 1955, por Editorial Don Bosco, y se trata de un importante testimonio, de la vida de este político que fue testigo o participó –directa e indirectamente- en hechos históricos del país, desde La Guerra Federal, el Tratado de que firmó Bolivia en 1903 respecto a la Guerra del Acre, el Tratado de 1904 con Chile, la Guerra del Chaco, y acusado de otorgar visados bolivianos a 15.000 judíos en Berlín, Varsovia, Kaunas y Estocolmo para escapar del Holocausto, además, de ser un defensor impertérrito de la causa marítima.

Relata su niñez en La Paz, donde nació, de la siguiente manera: “Era La Paz, entonces una ciudad silenciosa de calles empinadas y tortuosas en las que el tráfico se hacía lento pero fácil. Su población no excedía de 45.000 habitantes, de los cuales los blancos no llegaban a la mitad de la cifra. En las noches, débiles mechas de gas alumbraban sus oscuras callejuelas desiertas ya al caer la tarde, mientras el sereno emponchado o envuelto en grueso capote de lana, soplaba el clásico pito resonando en medio al silente dormitar de la urbe. Sin carruajes, tranvías ni ómnibus, la vida de la ciudad se deslizaba en la quietud de las aldeas coloniales; sólo de tarde los cascos de un bridón o de pacientes acémilas anunciaban el transporte de víveres y el incipiente comercio en los mercados de la ciudad”. (Diez de Medina 1955: 11).

“No era frecuente que en el Teatro Municipal, único que de ese género existía en La Paz, actuasen compañías de zarzuela u opereta por la dificultad de su traslación con todo arsenal de bambalinas, telones, vestuario, etc. y dado que era escaso el público que asistía a espectáculos selectos. Pero vino en 1900 una compañía de zarzuela, alcanzando el más completo éxito cubriendo con los primeros dineros de la taquilla los gastos de su permanencia acá” (1955: 21).

“El viajero que deseaba trasladarse a Oruro, no podía hacerlo en menos de tres días; a Cochabamba en cinco; a Sucre en diez o doce y a Santa Cruz en treinta (…)” (Ibid: 29).

Respecto a Sopocachi menciona: “Los límites de la ciudad, hacia el sud, terminaban donde empieza la actual Alameda de sendas angostas, entonces, y otra central algo más ancha.  A esa misma hora, las 6 de la tarde, el sereno ponía candado a sus puertas, sin que los trasnochadores pudieran cruzar por ahí ni avanzar al otro extremo del Prado donde empezaba ya la dormida y silente planicie de Sopocachi . En esta región se divisaba, a largos trechos, dos o tres chacarillas o casas de recreo, cubierto el resto de su extensión por sembradíos, donde pacían aves de corral y los tardos bueyes, listo para las faenas de labranza. Algo más allí todavía, destacábanse el modesto edificio del Sporting Club con su pista regada y reluciente”.(Id:  26)

Describe, además La Paz, luego de la Guerra Federal: “La vida en la capital paceña donde residía ya el Gobierno de modo permanente empezó a cobrar animación (…)”. Los tranvías, modernos y cómodos, cruzaban por las estrechas calles de la población prestando innegables servicios a los viandantes que, sin ellos, debían ascender por las más empinadas, en el centro mismo de la ciudad (…)”. No eran ya indispensables tilburís ni landós que sólo contadas familias de muy desahogada situación podían lucir (…) (Id: 41).


















Diez de Medina, Eduardo 1955: Un siglo al otro, memorias de un hombre público, La Paz, Alfonso Tejerina – Librero Editor, Imp. Editorial Don Bosco, 446 pp.

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