viernes, 2 de mayo de 2014

Buenas Noticias para Sopocachi, restauración en el Montículo


La Junta de Vecinos de Sopocachi Bajo, tiene a bien informar  que las gestiones ante la Oficialía Mayor de Culturas, y la Dirección de Patrimonio del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, realizadas desde el año 2013, han convergido en la aprobación del Proyecto de Restauracion de parte del Patrimonio instalado en la Plaza del Montículo Nestor Portocarrero; particularmente el Arco que data de 1776 y la Escultura del Dios Neptuno, en primera instancia, además, de otros elementos en deterioro del lugar, habiéndose presupuestado un monto que sobrepasa los 250 mil bolivianos, para la gestión 2014.

Según datos recabados, el denominado Parque del Montículo, tuvo las primeras intervenciones para su “embellecimiento”, a través de una orden del Presidente Agustín Morales, “quien hizo erigir una arquería gótica al frente de donde actualmente está la capilla. Después de casi 70 años, en 1944, la Alcaldía inició trabajos de ampliación y modernización del parque Del Montículo, cuyas labores principales incluían proporcionar un nuevo trazado, derribar varios árboles añosos, habilitar la pila de la fuente de Neptuno” (Sotomayor 1987: 354).

 

El Arco data del año 1776, y que originalmente pertenecía al antiguo Seminario San Jerónimo “(…) que se encontraba en la calle Del Teatro (actual Jenaro Sanjinés). Esta portada fue desmontada en 1944, siendo proyectada su reubicación en el parque Del Montículo de la zona Sopocachi. De esta manera, después de su traslado, en 1945 finalizó el armado de la obra y, con la asistencia de Juan Luís Gutiérrez Granier, H. Alcalde Municipal (…) de entonces (Díaz).

En cambio, la Fuente del Dios Neptuno, esculpida en mármol blanco de Carrara, por Guiseppe Magnani y Cantela, es una de las más emblemáticas de la ciudad de La Paz, estuvo originalmente instalada en la antigua plaza de armas (Plaza Murillo) hasta 1909, trasladada a la Gruta de Lourdes, el paseo de la Alameda y fue finalmente instalada en el Montículo.  

Punto alto en la recuperación del Patrimonio.



Fuentes:

Julio Díaz Arguedas 1978: Síntesis histórica de la ciudad de La Paz 1548 – 1948 (La Paz: Instituto de Investigaciones Históricas y Cultura de La Paz, 1978), (64 pp).

José Eduardo Loza 1949: Historia de La Paz (La Paz: Obra premiada en el concurso convocado por Comité Pro IV Centenario de la ciudad de La Paz, 75-76.  Díaz Arguedas Síntesis, 76-77.

Gobierno Municipal de La Paz 1998: Los nombres de Chuquiago, toponimias, antroponimias de La Paz, Ed. Casa de la Cultura.

Ismael Sotomayor 1987: Anejerías paceñas, La Paz, Lib. Editorial Juventud, (432 pp).

Fotografías de José Nicolás Piérola

Haciendo un recorrido por la red, hemos encontrado un archivo en PDF que http://bit.ly/1o1f2jU contiene datos y fotografías de José Nicolás Piérola que nació en La Paz el año 1880?, les aconsejamos bajar este documento, ya que recrea un "pedacito" del trabajo y la riqueza del Archivo de La Paz - UMSA, situado en la histórica Casa Montes en la Av. 6 de agosto, casi calle Agustín Aspiazu.














Un Siglo al otro…


Un Siglo al otro, memorias de un hombre público; es un libro escrito por Eduardo Díez de Medina (1881-1955), y editado por Alfonso Tejerina – Librero editor, e impreso en 1955, por Editorial Don Bosco, y se trata de un importante testimonio, de la vida de este político que fue testigo o participó –directa e indirectamente- en hechos históricos del país, desde La Guerra Federal, el Tratado de que firmó Bolivia en 1903 respecto a la Guerra del Acre, el Tratado de 1904 con Chile, la Guerra del Chaco, y acusado de otorgar visados bolivianos a 15.000 judíos en Berlín, Varsovia, Kaunas y Estocolmo para escapar del Holocausto, además, de ser un defensor impertérrito de la causa marítima.

Relata su niñez en La Paz, donde nació, de la siguiente manera: “Era La Paz, entonces una ciudad silenciosa de calles empinadas y tortuosas en las que el tráfico se hacía lento pero fácil. Su población no excedía de 45.000 habitantes, de los cuales los blancos no llegaban a la mitad de la cifra. En las noches, débiles mechas de gas alumbraban sus oscuras callejuelas desiertas ya al caer la tarde, mientras el sereno emponchado o envuelto en grueso capote de lana, soplaba el clásico pito resonando en medio al silente dormitar de la urbe. Sin carruajes, tranvías ni ómnibus, la vida de la ciudad se deslizaba en la quietud de las aldeas coloniales; sólo de tarde los cascos de un bridón o de pacientes acémilas anunciaban el transporte de víveres y el incipiente comercio en los mercados de la ciudad”. (Diez de Medina 1955: 11).

“No era frecuente que en el Teatro Municipal, único que de ese género existía en La Paz, actuasen compañías de zarzuela u opereta por la dificultad de su traslación con todo arsenal de bambalinas, telones, vestuario, etc. y dado que era escaso el público que asistía a espectáculos selectos. Pero vino en 1900 una compañía de zarzuela, alcanzando el más completo éxito cubriendo con los primeros dineros de la taquilla los gastos de su permanencia acá” (1955: 21).

“El viajero que deseaba trasladarse a Oruro, no podía hacerlo en menos de tres días; a Cochabamba en cinco; a Sucre en diez o doce y a Santa Cruz en treinta (…)” (Ibid: 29).

Respecto a Sopocachi menciona: “Los límites de la ciudad, hacia el sud, terminaban donde empieza la actual Alameda de sendas angostas, entonces, y otra central algo más ancha.  A esa misma hora, las 6 de la tarde, el sereno ponía candado a sus puertas, sin que los trasnochadores pudieran cruzar por ahí ni avanzar al otro extremo del Prado donde empezaba ya la dormida y silente planicie de Sopocachi . En esta región se divisaba, a largos trechos, dos o tres chacarillas o casas de recreo, cubierto el resto de su extensión por sembradíos, donde pacían aves de corral y los tardos bueyes, listo para las faenas de labranza. Algo más allí todavía, destacábanse el modesto edificio del Sporting Club con su pista regada y reluciente”.(Id:  26)

Describe, además La Paz, luego de la Guerra Federal: “La vida en la capital paceña donde residía ya el Gobierno de modo permanente empezó a cobrar animación (…)”. Los tranvías, modernos y cómodos, cruzaban por las estrechas calles de la población prestando innegables servicios a los viandantes que, sin ellos, debían ascender por las más empinadas, en el centro mismo de la ciudad (…)”. No eran ya indispensables tilburís ni landós que sólo contadas familias de muy desahogada situación podían lucir (…) (Id: 41).


















Diez de Medina, Eduardo 1955: Un siglo al otro, memorias de un hombre público, La Paz, Alfonso Tejerina – Librero Editor, Imp. Editorial Don Bosco, 446 pp.