Franca
pérdida del patrimonio cultural
Por: Gustavo
Cardoso Subieta*
Durante las últimas semanas, a través de los medios de comunicación nos hemos enterado sobre la pérdida de patrimonio cultural nacional depositado en varias iglesias del territorio, el último hecho en el templo de Copacabana. Estos extremos, nos muestran la vulnerabilidad en la que nos encontramos, a pesar de vivir en la época de las tecnologías que favorecerían a la seguridad y que hubieran frenado estos actos extremos, pero que los custodios no se dieron por enterados.
No obstante, no son únicamente
las crónicas policiales que deberían preocuparnos, sino, una hilera de hechos que
precisan salidas inmediatas, frente a un patrimonio que se nos va indefectiblemente.
El ultimátum a Bolivia, por parte de la UNESCO, el año 2011, para evitar que
las ruinas de Tiahuanacu sigan deteriorándose, no es simple, y al parecer no se
ve la voluntad política para las acometidas.
Pero sí hay la visión política
que pretende hacer desaparecer la Cinemateca Boliviana, que en 36 años se ha
convertido en el archivo más importante del país de imágenes fijas y en
movimiento, en un esfuerzo privado, que dos o tres generaciones participamos, y
que hoy por hoy, ve en peligro su existencia, ante el intento de fundar una
Cineteca, en el marco de un Proyecto de Ley.
A esto habrá que sumar que nosotros
como ciudadanos de la aldea grande, no estamos impregnando a las generaciones
más jóvenes, el sentido común y el respeto al patrimonio público o ajeno. Gran
parte de los muros ciudades, incluso de las fachadas de edificios de nuestro acervo
se hallan pintarrajeados, y contradicen –sin lugar a dudas- las corrientes que
reivindican a las culturas, arte o tribus urbanas, sino que es mero vandalismo,
porque en esencia no expresan nada, salvo, desde luego pequeñas salvedades.
En la Academia Nacional de
Bellas Artes Hernando Siles, en Sopocachi, por ejemplo, cuya fachada se está
cayendo –expresamente- a “pedacitos”, se cubren paulatinamente las arengas,
símbolos y firmas, con la pintura y el color que encuentran a mano, habiendo
convertido su muro principal en un espectáculo de mal gusto.
Metros más allá, una imponente
escultura en granito negro, tiene en su parte posterior una rúbrica de un infortunado
que con un “spray” en mano mancilló una obra de arte, además, que pareciera que
nunca desde su colocación ha sido por lo menos “desempolvada”, paradójicamente,
esta está situada prácticamente al frente de las oficinas de la Oficialía Mayor
de Culturas, del Municipio paceño.
Y, las pruebas son interminables,
frente a una inexistente respuesta, que ni siquiera ha considerado lo urgente
por lo importante. No hay planteamientos integrales; y nos está mostrando que estamos
viviendo una especie de fiebre que no nos deja ver, que las sociedades se
construyen sobre sus patrimonios, que son la base de sus identidades.
* Presidente a.i. de la Junta Vecinos Sopocachi Bajo
* Presidente a.i. de la Junta Vecinos Sopocachi Bajo